Cuento de hadas: Alfa.


Estaba deshabitada. No se escuchaba sonido alguno, ni de la flora, ni de la fauna. No existían. Estaba todo quieto, sin viento, solo la estrella en el cielo y su inevitable haz de luz que se dirigía hacia todos los puntos planos en el estargo*. Pero en aquella sábana negra y estática no penetraba luz alguna.

Era tan negro, inmóvil y muerto que te invitaba a la locura de lo incierto y dudarias hasta los eones del tiempo que su estado natural fuera líquido. Se extendía sin fin hacia el horizonte, no podía saber si tendría algún límite o colindante. Pues yo no soy de aquí, solo soy forastero.

Era completamente llano, sin relieve. Se podría decir que era un valle. Pero estaba muerto y sin prueba alguna de que en algún instante o momento hubo algo, de la misma forma, sin esperanza de que vaya a nacer algo. De qué el ether de la vida, la magia misma del cosmos se manifieste de alguna manera y realice su primer acto.

No, esto estaba más allá. Más lejos de los límites del tiempo. Y ahora que lo pienso puede que la estrella no sea real o tan siquiera exista. No lo sé, nunca había visto una luz tan blanca y que al mismo tiempo solo queme de molécula a molécula, la capa que separa mi cuerpo de la no-atmosfera exterior.

El silencio están intenso y el vacío es tan inmenso que el sonido de mi fluidos que corre por mi carne, se escapa a la nada.

Y entonces lo vi, comenzó a moverse esa masa inmensa de líquido negro e impenetrable y absoluto. Llegó una marea y con ella se fue la gravedad.

-M.S.

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