Mañana - II

Salí en dirección al estacionamiento para tomar mi vehículo, después de haberme quejado tanto de que el estacionamiento no fuera soterrado, para evitar que se convirtiera en microondas por haber recibido todo el sol del día, para tener algún espacio verde donde sentarse almorzar o fumar un cigarro y que no fuera dentro de las cuatro paredes de la oficina o en la azotea donde además de inhalar nicotina nos fumamos el smog. En ese momento agradecí a quien se le ocurrió la idea de que el estacionamiento fuera al aire libre, porque en esta ocasión, su ubicación era la más adecuada. Antes de llegar a el estacionamiento se debe atravesar un puentecillo que cruza un pequeño riachuelo, esto era lo único que poseía alguna clase de fauna en este sector de la ciudad. No sé hacia donde se dirigieron los que me habían seguido durante el escape de la oficina pero la verdad me importó muy poco, todo lo que deseaba era salir de ahí hacia algún lugar remotamente seguro. 
  
El suelo seguía agitándose sin parar, cuando finalmente llegué al puentecillo noté que éste estaba inestable, se agitaba estrepitosamente. Había un hedor repulsivo en el aire, para mi sorpresa cuando me asomé a mirar el riachuelo, los peces flotaban inertes en la superficie y el agua que antes era cristalina ahora estaba totalmente obscurecida, pensé que quizás alguna tubería de desechos o de combustible debió romperse con toda esta situación, matando de forma instantánea a los pobres infelices. El asfalto de bajo de mi comenzó agrietarse, en ese momento entre en pánico. No me entretuve más y me decidí a cruzar el puentecillo, en una situación normal su distancia me parecería corta pero ahora sus quince metros de longitud me parecían un kilómetro y sus cinco metros de distancia entre éste y la superficie del riachuelo parecía un abismo, que forma tan universal y exacta tiene la relatividad. No tuve otra alternativa que agarrar coraje y cruzar el endemoniado puentecillo o nunca llegaría hacia el otro lado. Me apuré a correr por él y como cualquier estereotipo sacado de alguna película de Hollywood, el puentecillo detrás de mi comenzó a desmoronarse.
   
No me detuve a descansar cuando finalmente logre cruzar y el puentecillo había colapsado detrás de mí, seguí sin pausa corriendo mientras el suelo seguía agitándose y agrietándose a cada paso que daba. En el estacionamiento vi alrededor de unas quince personas que al parecer llegaron allí antes que yo, las vi reunidas discutiendo por alguna cosa, que no lograba entender desde donde me encontraba. El estacionamiento estaba construido con la idea de que pueda ser usado para cada tipo de usuario, es decir, los que preferían los vehículos eléctricos, motocicletas, vehículos tradicionales y bicicletas. Finalmente llegue a mi vehículo era un Audi Sedan rojo que tenia más de 8 años de fabricación y lo tengo desde hace un año, no podía permitirme más, solo era un relacionista publico en una pequeña oficina de consultoria pero hacia mi mayor esfuerzo para mantenerlo en el mejor estado posible no quería que se reflejara la grave situación económica en la que estábamos envueltos mi esposa y yo. Busqué las llaves en mi bolsillo y es justo en ese momento recordé que las había dejado encima de mi escritorio. 
  
Me gire desesperado en busca de alguna solución y vi que el grupo de personas aún seguía allí, me dirigí hacia ellos, tal vez alguien podría sacarme de este lugar, mientras me acercaba escuché lo que llevaban discutiendo. Una chica bajita, con casco amarillo de motocicleta y de piel muy obscura, le pedía a un hombre de traje que le prestara su móvil para ella comunicarse con su hijo, me percaté que durante todo lo que ocurría no me había ni inmutado en llamar a Martha, mi esposa pero también me pareció raro no haber recibido ninguna llamada de ella. 

El chico le decía que él debía antes comunicarse con su familia pero que su móvil no estaba funcionando bien. De forma general dentro del grupo de personas, todos se quejaban de lo mismo. Traté de sacar algo de provecho de la situación y prestarle mi móvil a la chica, con la idea de que me devuelva el favor, sacándome de aquí. Saqué mi móvil del bolsillo, cuando lo desbloqueé para dárselo a la chica me di cuenta que en la pantalla ponía las dos y una de la tarde. Pregunté en voz alta la hora y todos los que estaban presentes respondieron al unisono lo mismo. Por un micro-segundo me di cuenta que el suelo dejó de agitarse y lo que siguió después fue un ensordecedor silencio.


-M.S.

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